La pasta resultante se somete a un filtrado meticuloso a través de un tamiz, separando cualquier residuo sólido y obteniendo una mezcla líquida libre de impurezas. Este paso es esencial para lograr la consistencia característica de la horchata, sin grumos ni partículas no deseadas.

Una vez tamizada, la horchata se endulza al gusto y se enfría para realzar su sabor. Algunos productores también optan por agregar especias como canela o vainilla para enriquecer el perfil de sabores.

El tamizado no solo persigue la purificación de la bebida, sino la preservación de su autenticidad y calidad. Cada etapa en este proceso contribuye a la excelencia y singularidad de cada lote de horchata.

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